(Escrita por Joaquín González)
Esta es la historia del sapo zapote Que como la fruta era bien negro Por eso no tenía nada de guapote Pero él decía: con lo que soy me alegro. Cuando era joven, era grácil y ligero Como todas sus ágiles amigas ranas Con quienes jugaba en el desembocadero Y que eran sus amigas muy cercanas. Temprano en la mañana salía del agujero Listo para las aventuras de ese día Pues siempre quería ser el primero En llegar al agua y mojándose se reía. Una mañana, con el sol en su esplendor Presto y listo se lanzó al agua chapoteando Se decidió ir a explorar el charco alrededor Para ver si encontraba alguien más nadando. Tuvo suerte, pues muchos sapos se encontraban Disfrutando el agua que tibiamente les acariciaba Ascendían y descendían, y luego raudos saltaban Dentro y fuera del agua que parecía nunca se acababa. Felices se encontraban en su vida anfibia y acuífera Deslizándose con gran agilidad en sus movimientos Que les impulsaban lo mismo adentro que afuera Y por consiguiente eran espaciados, pero nunca lentos. El final del día ya se acercaba pues la luz se disipaba Y era necesario aprestarse para nadar de regreso Al acogedor hogar que no muy lejos le esperaba Donde sería recibido por su esposa rana con un beso. “Ojos de sapo, ancas de rana, que tengas suerte toda la semana”.
Crédito: Fotografía de Li Lin
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