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Sumario Chistes Catón # 3

Don Cornulio le reclamó a su mujer: “Mis amigos me dicen que me estás engañando con un radioaficionado”. Responde ella: “Negativo. Cambio y fuera”…

Esta es la breve historia de “El Ladrón de Viagra”. Un delincuente forzó en horas de la madrugada la puerta de una farmacia y se robó todas las existencias de Viagra que había en mostradores y almacén. Ahora la Policía busca a un criminal endurecido…

El maestro de ceremonias presentó al orador en turno. Dijo: “Nuestro invitado y yo tenemos muchas cosas en común. Él nació en esta ciudad; yo también. Él estudió en la Secundaria 85; yo también. Él ha dicho que disfruta mucho el sexo con su esposa. Yo. En fin, tenemos muchas cosas en común”.

Una dama de edad madura fue a visitar al oftalmólogo. El médico la sentó en el sillón y la examinó detenidamente. Después le manifestó: “Señora: tiene usted una mirada maternal”. “¿De veras, doctor?” -exclamó complacida la señora. “Sí -confirma el facultativo-. Ve pura madre”…

El pulpo macho y la pulpo hembra fueron al cine. En la oscuridad de la sala se oyó un fuerte grito de ella: “¡Octopio! ¡No me agarres ahí!”. “Pero, mi vida -se justificó el pulpo-. ¿Por qué crees que se llaman ‘tentáculos’?”.

Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, estaba revisando los recibos de la casa. Le dice con enojo a su mujer: “¡Mira nada más la cuenta del gas! ¡Tú y tus intentos de suicidio!”.

El destino de aquel avión era La Habana. En él viajarían 20 invidentes y otros tantos cojos que serían atendidos allá por médicos cubanos. El encargado del vuelo les dice a los pasajeros hablando con el típico acento de la Isla: “Suban primero lo ciego y depué lo cojo”. Suspira uno de los invidentes: “Ya sabía yo que esto no podía ser gratis”.

La novia de Babalucas fijó en él la mirada y con tono de solemnidad le confesó: “Estoy viendo otro hombre”. “Soy el mismo -respondió el pasmarote-. Quizá necesitas lentes nuevos”.

Avaricio Cenaoscuras era un hombre cicatero, sórdido, tacaño, mezquino, miserable, manicorto, roñoso, agarrado, cutre y ruin. Cierta mañana estaba leyendo el periódico y de repente se echó a llorar. “¿Qué te pasa?” -le preguntó, alarmada su mujer. “¡Mira! -contestó don Avaricio mostrándole un anuncio en el periódico-. ¡Todas las medicinas al 50%, y yo con esta maldita salud!”

Un pescador llegó al río y se dio cuenta de que había olvidado el cebo para su anzuelo. En eso pasó una viborita que llevaba en las fauces un gusanito. Con cuidado se lo quitó para usarlo él. Luego, por broma, y para compensar a la culebrita de su pérdida, le dio unas gotitas del brandy que llevaba. En seguida se puso a pescar. No había pasado mucho rato cuando sintió unos tironcitos en la pernera del pantalón. Volteó hacia abajo y vio a la viborita que le jalaba el pantalón y le ofrecía otros 3 gusanitos…

La mujer de don Algón sospechaba que su cachondo esposo tenía trato íntimo con su secretaria. Así, un día irrumpió súbitamente en la oficina. En efecto, la linda muchacha estaba sentada en las rodillas del salaz ejecutivo mientras éste le dictaba. Sin inmutarse a la vista de su esposa don Algón siguió dictando: “Entiendo bien, señores del consejo, la necesidad de evitar gastos, pero no puedo realizar bien las funciones de esta oficina si en ella hay una sola silla”…

Don Chinguetas y doña Macalota tuvieron su enésimo pleito conyugal. Ella le gritó a su marido: “¡Vete de esta casa para siempre! ¡Quiero que vivas una vida de continuos sufrimientos, y que tengas una muerte lenta!”. Replicó don Chinguetas: “¿Por fin? ¿Quieres que me vaya o que me quede?”.

La esposa de Babalucas tuvo gemelitos. El badulaque le preguntó con enojo: “¿De quién es el otro?”…

Empédocles Etílez, ebrio perseverante, le dijo a su compañero de beodeces, Astatrasio Garrajarra: “Querido amigo: deberíamos sentirnos orgullosos. Un camello de la Bactriana puede trabajar 30 días sin beber. Nosotros podemos beber 30 días sin trabajar”…

“Tengo un lío de faldas ‘apá” -le informó el muchacho a su padre, vigoroso ranchero del norte. “¡Ése es m’hijo! -exclamó con orgullo el genitor atusándose el bigote-. Dígame qué lío de faldas tiene, p’ayudarlo a salir de él”. Contestó el muchacho con aflautada voz: “No sé si ponerme la azul o la amarilla”…

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